Como habÃan sido enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, y allà hablaron de la conversión de los no judÃos, lo cual hizo que todos los hermanos se alegraran mucho.
Los apóstoles y los ancianos se reunieron para tratar este asunto,
y luego de mucho discutir, Pedro se levantó y les dijo: «Queridos hermanos, ustedes saben que hace algún tiempo Dios determinó que yo mismo proclamara a los no judÃos el mensaje del evangelio, para que creyeran.
Y Dios, que conoce los corazones, los confirmó y les dio el EspÃritu Santo, lo mismo que a nosotros.
Dios no hizo ninguna diferencia entre ellos y nosotros, sino que por la fe purificó sus corazones.
Por conducto de ellos enviaron un escrito: «Los apóstoles y los ancianos, a nuestros hermanos no judÃos en AntioquÃa, Siria y Cilicia. Reciban nuestros saludos.
Hemos sabido que algunos hermanos que estaban con nosotros, a quienes no les dimos ninguna orden, los han perturbado e inquietado a ustedes con sus enseñanzas.