Él les dijo: «Echen la red a la derecha de la barca, y hallarán.» Ellos echaron la red, y eran tantos los pescados que ya no la podÃan sacar.
Entonces el discÃpulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: «¡Es el Señor!» Y cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se puso la ropa (porque se habÃa despojado de ella) y se echó al mar.
Los otros discÃpulos vinieron con la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban como a noventa metros de la orilla.
Al descender a tierra, vieron brasas puestas, un pescado encima de ellas, y pan.
Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de pescar.»
Simón Pedro salió del agua y sacó la red a tierra, llena de grandes pescados. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de ser tantos la red no se rompió.
Volvió a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Pedro le respondió: «SÃ, Señor; tú sabes que te quiero.» Le dijo: «Pastorea mis ovejas.»
Y la tercera vez le dijo: «Simón, hijo de Jonás, ¿me quieres?» Pedro se entristeció de que la tercera vez le dijera «¿Me quieres?», y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te vestÃas e ibas a donde querÃas; pero cuando ya seas viejo, extenderás tus manos y te vestirá otro, y te llevará a donde no quieras.»