Una vez más Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: Yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que vinieron antes de mÃ, son ladrones y salteadores; pero las ovejas no los oyeron.
Yo soy la puerta; el que por mà entra, será salvo; y entrará y saldrá, y hallará pastos.
El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas.
Pero el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, huye y abandona las ovejas cuando ve venir al lobo, y el lobo las arrebata y las dispersa.
Al que es asalariado, no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor. Yo conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mÃ,
asà como el Padre me conoce a mÃ, y yo conozco al Padre; y yo pongo mi vida por las ovejas.
Por eso el Padre me ama, porque yo pongo mi vida para volver a tomarla.
Nadie me la quita, sino que yo la doy por mi propia cuenta. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volver a tomarla. Este mandamiento lo recibà de mi Padre.»
Y volvió a haber disensión entre los judÃos por causa de estas palabras.