Antes de ese dÃa, Pilato y Herodes estaban enemistados entre sÃ, pero ese dÃa se hicieron amigos.
Pilato convocó a los principales sacerdotes, y a los gobernantes y al pueblo,
y les dijo: «Ustedes me han presentado a este hombre como a un perturbador del pueblo, pero lo he interrogado delante de ustedes, y no lo he hallado culpable de ninguno de los delitos de los que ustedes lo acusan.
Pero ellos seguÃan gritando, e insistÃan en que Jesús fuera crucificado. Al final, prevalecieron las voces de ellos y de los principales sacerdotes.
La sentencia de Pilato fue que se hiciera lo que ellos pedÃan;
puso en libertad a quien habÃan pedido, que habÃa sido encarcelado por rebelión y homicidio, y puso a Jesús a la disposición de ellos.
Cuando llevaban a Jesús, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvÃa del campo, y le pusieron la cruz encima, para que la llevara detrás de Jesús.
Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allÃ, lo mismo que a los malhechores, uno a la derecha de Jesús y otro a su izquierda.
[Jesús decÃa: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»] Y los soldados echaron suertes para repartirse entre ellos sus vestidos.