Luego tomó el pan, lo partió, dio gracias y les dio, al tiempo que decÃa: «Esto es mi cuerpo, que por ustedes es entregado; hagan esto en memoria de mÃ.»
Pero Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son llamados benefactores;
pero entre ustedes no debe ser asÃ, sino que el mayor entre ustedes tiene que hacerse como el menor; y el que manda tiene que actuar como el que sirve.
Entonces Jesús les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa, que la tome, junto con la alforja. Y el que no tenga espada, que venda su capa y se compre una.
Porque yo les digo que todavÃa se tiene que cumplir en mà aquello que está escrito: “Y fue contado entre los pecadoresâ€. Porque lo que está escrito acerca de mÃ, tiene que cumplirse.»
Ellos le dijeron: «Señor, ¡aquà hay dos espadas!» Y Jesús respondió: «¡Basta!»
Jesús salió y, conforme a su costumbre, se fue al monte de los Olivos. Sus discÃpulos lo siguieron.
Cuando llegó a ese lugar, Jesús les dijo: «Oren para que no caigan en tentación.»
Luego, se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra, y allà se arrodilló y oró.
Y decÃa: «Padre, si quieres, haz que pase de mà esta copa; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
[Se le apareció entonces un ángel del cielo, para fortalecerlo.
Lleno de angustia, oraba con más intensidad. Y era su sudor como grandes gotas de sangre que caÃan hasta la tierra.]
Mientras Jesús estaba hablando, se hizo presente una turba, al frente de la cual iba Judas, que era uno de los doce y que se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?»
En ese mismo instante el Señor se volvió a ver a Pedro, y entonces Pedro se acordó de las palabras del Señor, cuando le dijo: «Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.»
Enseguida, Pedro salió de allà y lloró amargamente.
Cuando se hizo de dÃa, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y llevaron a Jesús ante el tribunal y le preguntaron:
«¿Eres tú el Cristo? ¡Responde!» Él les dijo: «Si les dijera que sÃ, no me lo creerÃan.
Y si les hiciera preguntas, no me responderÃan ni me soltarÃan.
Pero a partir de este momento el Hijo del Hombre se sentará a la derecha del poder de Dios.»
Todos dijeron: «¿Asà que tú eres el Hijo de Dios?» Él les respondió: «Ustedes dicen que lo soy.»