Paul, an apostle of Jesus Christ by the will of God, and Timothy our brother, unto the church of God which is at Corinth, with all the saints which are in all Achaia:
Luego tomó el pan, lo partió, dio gracias y les dio, al tiempo que decÃa: «Esto es mi cuerpo, que por ustedes es entregado; hagan esto en memoria de mÃ.»
Pero Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son llamados benefactores;
pero entre ustedes no debe ser asÃ, sino que el mayor entre ustedes tiene que hacerse como el menor; y el que manda tiene que actuar como el que sirve.
Entonces Jesús les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa, que la tome, junto con la alforja. Y el que no tenga espada, que venda su capa y se compre una.
Porque yo les digo que todavÃa se tiene que cumplir en mà aquello que está escrito: “Y fue contado entre los pecadoresâ€. Porque lo que está escrito acerca de mÃ, tiene que cumplirse.»
Ellos le dijeron: «Señor, ¡aquà hay dos espadas!» Y Jesús respondió: «¡Basta!»
Jesús salió y, conforme a su costumbre, se fue al monte de los Olivos. Sus discÃpulos lo siguieron.
Cuando llegó a ese lugar, Jesús les dijo: «Oren para que no caigan en tentación.»
Luego, se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra, y allà se arrodilló y oró.
Y decÃa: «Padre, si quieres, haz que pase de mà esta copa; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
[Se le apareció entonces un ángel del cielo, para fortalecerlo.
Lleno de angustia, oraba con más intensidad. Y era su sudor como grandes gotas de sangre que caÃan hasta la tierra.]
Mientras Jesús estaba hablando, se hizo presente una turba, al frente de la cual iba Judas, que era uno de los doce y que se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?»
En ese mismo instante el Señor se volvió a ver a Pedro, y entonces Pedro se acordó de las palabras del Señor, cuando le dijo: «Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.»
Enseguida, Pedro salió de allà y lloró amargamente.
Cuando se hizo de dÃa, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y llevaron a Jesús ante el tribunal y le preguntaron:
«¿Eres tú el Cristo? ¡Responde!» Él les dijo: «Si les dijera que sÃ, no me lo creerÃan.
Y si les hiciera preguntas, no me responderÃan ni me soltarÃan.
Pero a partir de este momento el Hijo del Hombre se sentará a la derecha del poder de Dios.»
Todos dijeron: «¿Asà que tú eres el Hijo de Dios?» Él les respondió: «Ustedes dicen que lo soy.»