Todos los que estaban escuchando quedaron asombrados de lo que decÃan los pastores,
pero MarÃa guardaba todo esto en su corazón, y meditaba acerca de ello.
Al volver los pastores, iban alabando y glorificando a Dios por todo lo que habÃan visto y oÃdo, pues todo habÃa sucedido tal y como se les habÃa dicho.
Cuando se cumplieron los ocho dÃas para que el niño fuera circuncidado, le pusieron por nombre JESÚS, que era el nombre que el ángel le habÃa puesto antes de que fuera concebido.
Simeón los bendijo, y a MarÃa, la madre del niño, le dijo: «Tu hijo ha venido para que muchos en Israel caigan o se levanten. Será una señal que muchos rechazarán
y que pondrá de manifiesto el pensamiento de muchos corazones, aunque a ti te traspasará el alma como una espada.»
y ahora era una viuda de ochenta y cuatro años. Nunca se apartaba del templo, sino que de dÃa y de noche rendÃa culto a Dios con ayunos y oraciones.
Como ellos pensaban que el niño estaba entre los otros viajeros, hicieron un dÃa de camino y, mientras tanto, lo buscaban entre los parientes y conocidos.