Cuando Jesús vio que los invitados a la mesa escogÃan los mejores lugares, les contó una parábola:
«Cuando te inviten a una boda, no vayas a sentarte en el mejor lugar, no sea que otro de los invitados sea más importante que tú,
y cuando venga el anfitrión te diga: “Dale tu lugar a este otroâ€; porque entonces, con toda vergüenza, tendrás que ir a ocupar el último lugar.
Entonces Jesús le dijo: «Un hombre ofreció un gran banquete, e invitó a muchos.
A la hora del banquete envió a su siervo a decir a los invitados: “Vengan, que la mesa ya está servida.â€
Pero todos ellos comenzaron a disculparse. El primero dijo: “Acabo de comprar un terreno, y tengo que ir a verlo. Por favor, discúlpame.â€
Otro dijo: “Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas. Por favor, discúlpame.â€
Y otro más dijo: “Acabo de casarme, asà que no puedo asistir.â€
Cuando el siervo regresó, le comunicó todo esto a su señor. Entonces el dueño de la casa se enojó, y le dijo a su siervo: “Ve enseguida por las plazas y por las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos.â€
Cuando el siervo le dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste hacer, y todavÃa hay lugarâ€,
el señor dijo al siervo: “Ve entonces por los caminos y por los atajos, y hazlos entrar por la fuerza. ¡Quiero que se llene mi casa!
Quiero decirles que ninguno de los que fueron invitados disfrutará de mi cena.â€Â»
Como grandes multitudes lo seguÃan, Jesús se volvió a ellos y les dijo:
«Si alguno viene a mÃ, y no renuncia a su padre y a su madre, ni a su mujer y sus hijos, ni a sus hermanos y hermanas, y ni siquiera a su propia vida, no puede ser mi discÃpulo.
Y el que no toma su cruz y me sigue, no puede ser mi discÃpulo.