Cuando llegó la noche, el dueño de la viña dijo a su mayordomo: “Llama a los trabajadores y págales su jornal. Comienza por los últimos y termina por los primeros.â€
Los que habÃan llegado cerca de las cinco de la tarde pasaron y cada uno recibió el salario de un dÃa de trabajo.
Al recibirlo, comenzaron a murmurar contra el dueño de la finca.
DecÃan: “Estos últimos han trabajado una sola hora, y les has pagado lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el cansancio y el calor del dÃa.â€
El dueño le dijo a uno de ellos: “Amigo mÃo, no te estoy tratando injustamente. ¿Acaso no te arreglaste conmigo por el salario de un dÃa?
Ésa es tu paga. Tómala y vete. Si yo quiero darle a este último lo mismo que te doy a ti,
¿no tengo el derecho de hacer lo que quiera con lo que es mÃo? ¿O acaso tienes envidia, porque yo soy bueno?â€
Asà que los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros.»
Jesús le respondió: «Ustedes no saben lo que piden. ¿Acaso pueden beber del mismo vaso del que yo he de beber?» Y ellos le dijeron: «Sà podemos.»
Él les dijo: «A decir verdad, beberán de mi vaso; pero el sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me corresponde concederlo, pues ya es de aquellos para quienes mi Padre lo ha preparado.»
Cuando los otros diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos.
Entonces Jesús los llamó y les dijo: «Como ustedes saben, los gobernantes de las naciones las dominan, y los poderosos les imponen su autoridad.
Pero entre ustedes no debe ser asÃ. Más bien, aquel de ustedes que quiera hacerse grande será su servidor;
y aquel de ustedes que quiera ser el primero, será su esclavo.
Imiten al Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.»
Cuando ellos salieron de Jericó, una gran multitud seguÃa a Jesús.
Junto al camino estaban sentados dos ciegos que, al oÃr que Jesús pasaba, gritaron: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!»
La gente los reprendÃa para que se callaran, pero ellos gritaban aún más: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!»