Estoy por hacer que vengan los caldeos, un pueblo cruel y tenaz que recorre toda la tierra para adueñarse de los territorios de otros pueblos.
Es un pueblo formidable y terrible, que por sà mismo decide lo que es justo y digno.
Sus caballos son más ligeros que los leopardos y más feroces que los lobos nocturnos. Sus jinetes vienen de lejos, a galope tendido; vienen raudos como águilas, dispuestos a devorar,
¡y todos ellos caen sobre su presa! El terror los precede, y recogen cautivos como quien recoge arena.
Se rÃen de los reyes, se burlan de los prÃncipes; hacen mofa de toda fortaleza: construyen terraplenes y conquistan ciudades.
Pasan con la fuerza de una tormenta, y esa fuerza la atribuyen a su dios.»
Tú, Señor, eres un Dios santo. Tú existes desde el principio; ¡no nos dejes morir! Tú, Señor, eres nuestra Roca; ¡no hagas que este pueblo nos juzgue y nos castigue!