«Habla con los hijos de Israel, y diles que cuando alguien me haga un voto especial, el cálculo se hará según el número de personas que se hayan de redimir.
Los varones de veinte a sesenta años los calcularás en cincuenta monedas de plata, según el peso oficial del santuario;
las mujeres, las estimarás en treinta monedas de plata.
Los varones de cinco a veinte años los calcularás en veinte monedas; las mujeres, en diez monedas.
Los varones de un mes y hasta cinco años, los calcularás en cinco monedas de plata; las mujeres, en tres monedas de plata.
Los varones mayores de sesenta años los calcularás en quince monedas; las mujeres, en diez.
»Si el que dedica la casa desea rescatarla, deberá pagar una quinta parte más del valor calculado, y entonces la casa será suya.
»Si alguien dedica al Señor una parte de su terreno familiar, su valor se calculará según lo que se siembre en ella. Por cada doscientos litros de semilla de cebada se pagarán cincuenta monedas de plata.
»Si el terreno se dedica a partir del año del jubileo, prevalecerá el valor calculado.
Cuando llegue el jubileo y el terreno sea liberado, quedará consagrado al Señor como tierra santa, y pasará a ser propiedad sacerdotal.
»Si alguien compra un terreno que no era de su herencia familiar, y lo dedica al Señor,
entonces el sacerdote calculará su valor hasta el año del jubileo, y ese dÃa se deberá pagar el precio señalado. Se trata de una ofrenda consagrada al Señor.
En el año del jubileo el terreno volverá a ser propiedad familiar de quien lo habÃa comprado.
»Todos los cálculos se harán según el peso oficial del santuario, que es el siclo de diez gramos de plata.
»Si esta primera crÃa es de animales impuros, podrá ser rescatada según el valor calculado, más una quinta parte de ese valor. Si no es rescatada, se venderá según el valor calculado.
»No podrá venderse ni rescatarse nada que haya sido consagrado por completo al Señor. Trátese de hombres o animales, o de terrenos de su posesión, todo lo consagrado por completo al Señor es una ofrenda santÃsima.
Ninguna persona consagrada por completo al Señor podrá ser rescatada. Indefectiblemente será condenada a muerte.
»El diezmo de la tierra es del Señor, lo mismo de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles. Se trata de una ofrenda consagrada al Señor.
»Si alguien quiere rescatar algo del diezmo, deberá para ello añadir la quinta parte de su valor.
»El diezmo de las vacas o de las ovejas, es decir, de todos los animales que pasan bajo la vara, será consagrado al Señor.
No se verá si el animal es bueno o malo, ni se cambiará por otro animal. En caso de cambiarlo, tanto el primer animal como el dado a cambio quedarán consagrados y no podrán ser rescatados.»