»Pero no quisieron volverse a mÃ. Por eso, no volverán a Egipto, sino que el asirio mismo será su rey.
La espada caerá sobre sus ciudades, y acabará con sus aldeas. Acabará con ellas por causa de sus malas intenciones.
Mi pueblo insiste en rebelarse contra mÃ; me llaman el Dios altÃsimo, pero ninguno de ellos me quiere enaltecer.
»¿Cómo podrÃa yo abandonarte, EfraÃn? ¿PodrÃa yo entregarte, Israel? ¿PodrÃa yo hacerte lo mismo que hice con Adma y con Zeboyin? Dentro de mÃ, el corazón se me estremece, toda mi compasión se inflama.