«Escucha, hijo de hombre, que asà ha dicho Dios el Señor a la tierra de Israel: “Ya viene el fin. Ya está cerca, sobre los cuatro extremos de la tierra.
Tu fin ha llegado. Voy a descargar mi furor sobre ti; voy a dictar sentencia contra ti, según tus acciones; voy a echarte en cara todas tus repugnantes acciones.
Asà ha dicho Dios el Señor:«¡FÃjate bien, que viene una calamidad!
Se acerca el fin. Llega ya. El fin se ha despertado y viene contra ti.
La mañana viene hacia ti, habitante de esta tierra. Se acerca la hora. Cercano está el dÃa. Será sobre los montes un dÃa de tumulto, y no de alegrÃa.
»Ya viene el dÃa, ya viene. Ya ha llegado la mañana. Ha florecido ya la vara, y ha reverdecido la soberbia.
Se yergue la violencia como vara de maldad. Pero de todos ellos no habrá uno solo que quede con vida, ni habrá tampoco entre ellos nadie que se lamente.
Llegó el momento; llegó el dÃa. Que no se alegre el que compra, ni llore el que vende, porque mi ira caerá sobre toda esta multitud.
El que venda no volverá a poseer lo que vendió, aun cuando quede con vida. La visión sobre toda esta multitud no será revocada, porque por causa de su iniquidad ninguno quedará con vida.
»Se tocará la trompeta, y prepararán todas sus armas, pero nadie saldrá al campo de batalla, porque mi ira pesa sobre toda esta multitud.
Los que logren escapar huirán a los montes, y estarán gimoteando como las palomas de los valles, cada uno por causa de su iniquidad.
Se les debilitarán las manos, y como si fueran chorros de agua se les doblarán las rodillas.
Se vestirán de luto, y se llenarán de pavor; todos los rostros se cubrirán de vergüenza, y todas las cabezas quedarán rapadas.
Arrojarán su plata y su oro a la calle, y no habrá quien los recoja; en el dÃa del furor del Señor, ¡ni su plata ni su oro podrá salvarlos! No podrán saciar su apetito ni satisfacer su hambre, porque sus riquezas y su maldad los hicieron tropezar.
Yo convertà todo eso en algo repugnante porque ellos, en su soberbia, convirtieron todo ese esplendor y ornamento en imágenes de sus Ãdolos aborrecibles.
Y ya he puesto sus riquezas en manos de gente extraña, para que las saqueen y las profanen, y para que sean botÃn de los impÃos de la tierra.
Ya viene la destrucción, y buscarán la paz, pero no la hallarán.
Sufrirán calamidad tras calamidad, y oirán rumor tras rumor, y buscarán una respuesta en los labios del profeta, pero ni los sacerdotes ni los ancianos podrán guiarlos ni aconsejarlos.
El rey se vestirá de luto, el prÃncipe se cubrirá de tristeza, y al pueblo le temblarán las manos. Y es que voy a darles lo que merecen sus acciones, y a dictar sentencia contra ellos conforme a su manera de impartir justicia. Asà sabrán que yo soy el Señor.»