Icen la bandera en Sión, y huyan sin detenerse, porque yo estoy trayendo del norte una calamidad, ¡una gran destrucción!
Ya ha salido el león de la espesura; ya está en marcha el destructor de naciones; ya ha salido de su cueva para dejar tu tierra en ruinas. Tus ciudades quedarán desoladas y sin habitantes.»
Por lo tanto, vÃstanse de cilicio; lloren y hagan lamentos, porque la ira del Señor no se ha apartado de nosotros.
Cuando llegue ese dÃa, desfallecerá el corazón del rey y el corazón de los prÃncipes; los sacerdotes se quedarán atónitos, y los profetas no podrán creerlo.—Palabra del Señor.
¡MÃrenlo! ¡Se levanta como nube! ¡Su carro parece un torbellino! ¡Sus caballos son más ligeros que las águilas! ¡Ay de nosotros, nos van a hacer pedazos!
Se han apostado a su alrededor, como si vigilaran un campo. Y es que ella se rebeló contra mÃ.»—Palabra del Señor.
Esto te ha pasado por tu manera de ser y de actuar. Esto es por causa de tu maldad. Por eso la amargura te calará hasta el corazón.
¡Cómo me duelen las entrañas! ¡Cómo me duele el corazón! ¡Siento que el corazón se me sale! ¡Ay, alma mÃa, no puedes guardar silencio, pues has oÃdo los toques de trompeta y los alaridos de guerra!
Ya se habla de un desastre tras otro. Todo el paÃs está siendo devastado. ¡Ora destruyen mis carpas, ora destruyen mis campamentos!
Por esto la tierra se cubrirá de luto, y los altos cielos se envolverán en tinieblas. Ya lo he dicho, y no me va a pesar hacerlo; ya lo he decidido, y no voy a desistir.»
Ante el estruendo de la caballerÃa y de los flecheros huyó toda la ciudad. Corrieron a las espesuras de los bosques, y treparon por los peñascos. Todas las ciudades quedaron abandonadas; no quedó en ellas un solo habitante.
Ya escucho el clamor de una que está en labor de parto. Es como la voz angustiosa de una primeriza. Es la voz de la hija de Sión, que llora y extiende las manos. Y dice: «¡Ay de mÃ! ¡Mi ánimo decae por causa de los que quieren matarme!»