¿Dónde está el que los llevó sin tropiezo por los abismos del mar, como a un caballo que cruza el desierto?»
El espÃritu del Señor fue su pastor. Los guió como al ganado cuando baja a las cañadas. ¡AsÃ, Señor, guiaste a tu pueblo, y te ganaste fama y gloria!
Tú, que estás en el cielo, en tu santa y gloriosa morada, ¡mÃranos desde allÃ!, ¡fÃjate en nosotros! ¿Dónde están tu amor y tu poder? ¿Dónde está tu entrañable compasión, y tu piedad para con nosotros? ¿Acaso se han agotado?
¡Tú, Señor, eres nuestro padre! Aunque Abrahán nos ignore, e Israel no nos reconozca, tú eres nuestro padre; ¡tu nombre siempre ha sido «Redentor nuestro»!