«Escúchenme ustedes, los que me buscan y van en pos de la justicia. Miren la piedra de donde ustedes fueron cortados; el hueco de la cantera de donde fueron sacados.
Ya está cerca mi justicia; ya ha salido mi salvación. Mis brazos juzgarán a los pueblos, pues los habitantes de la costa esperan en mÃ, y en mi brazo han puesto su esperanza.
»Escúchenme ustedes, pueblo que conoce la justicia y que lleva mi enseñanza en su corazón: No tengan miedo de las afrentas humanas, ni se desanimen por sus ultrajes,
porque la polilla se los comerá como a un vestido; los gusanos se los comerán como a la lana; pero mi justicia permanecerá para siempre, ¡mi salvación será la misma por los siglos de los siglos!»
Los redimidos del Señor volverán a Sión entre cantos de alegrÃa. Sobre ellos reposará un gozo infinito; rebosarán de gozo y alegrÃa, y el dolor y los gemidos huirán de ellos.
Ya te has olvidado del Señor, tu Hacedor, que extendió los cielos y estableció la tierra. Todo el dÃa lo pasas temiendo la furia del que te oprime y amenaza con destruirte. Pero ¿en dónde está la furia de ese opresor?
El que ahora está preso y agobiado pronto será puesto en libertad; no morirá en la mazmorra, ni carecerá de alimento.
Yo he puesto mis palabras en tu boca, y te he cubierto con la sombra de mi mano. Yo extendà los cielos y puse los cimientos de la tierra. Yo le he dicho a Sión: “Tú eres mi pueblo.â€Â»
Tus hijos perdieron las fuerzas; quedaron tendidos en los cruceros de los caminos, atrapados como antÃlopes, y recibiendo todo el peso de la ira e indignación del Señor tu Dios.
Por eso tú, que estás afligida, y que sin haber tomado vino estás borracha, escucha bien esto:
Asà ha dicho el Señor tu Dios, el Dios que aboga por su pueblo:«Ya he quitado de tu mano el cáliz de aturdimiento, y la última gota del cáliz de mi ira. Nunca más volverás a beberlo.