y le dijeran de su parte:«Hoy es un dÃa de angustia, de reprensión y de blasfemia, porque ha llegado la hora de dar a luz, y la parturienta no tiene fuerzas.
Tal vez el Señor tu Dios habrá oÃdo las palabras del primer oficial, que su señor, el rey de Asiria, envió para blasfemar contra el Dios vivo, tu Señor y Dios, y para ofenderlo con sus palabras. Eleva, pues, una oración por el remanente que todavÃa queda.»
Los siervos de EzequÃas fueron a hablar con IsaÃas,
El primer oficial se enteró de que el rey de Asiria se habÃa apartado de Laquis. Entonces volvió a su paÃs y se encontró con que el rey estaba combatiendo contra Libna.
Cuando se enteró de que Tiracá, el rey de EtiopÃa, habÃa salido a combatirlo, envió embajadores a EzequÃas con este mensaje:
Inclina, Señor, tu oÃdo, y oye;abre, Señor, tus ojos, y mira;oye todas las blasfemias que contra ti, el Dios viviente,ha mandado proferir Senaquerib.
Ciertamente, Señor, los reyes de Asiriadestruyeron todos los paÃses y sus comarcas,
y echaron al fuego los dioses de ellos,dioses que en realidad no eran diosessino hechuras humanas de madera y piedra;¡por eso los destruyeron!
Señor y Dios nuestro,lÃbranos ahora de caer en sus manos,para que todos los reinos de la tierrasepan que sólo tú eres el Señor.»
Entonces IsaÃas hijo de Amoz mandó que dijeran a EzequÃas:«Asà dice el Señor, Dios de Israel en cuanto a tus ruegos acerca de Senaquerib, el rey de Asiria.
Yo he cavado pozos, y he bebido de sus aguas; con mis pies he pisoteado y secado todos los rÃos de Egipto.â€
»¿No has oÃdo hablar de lo que yo hice desde los tiempos antiguos, ni de los planes que desde los dÃas más remotos tengo pensado realizar? Pues ahora voy a realizarlos, y tú habrás de reducir las ciudades fortificadas a montones de escombros.
Sus habitantes, despojados de su poder, quedarán confusos y aterrorizados; serán como la hierba del campo y las verdes hortalizas; ¡serán como la paja sobre los techos, que antes de tiempo se seca!
»Y esto te servirá de señal: Este año y el siguiente comerán ustedes de lo que crezca por sà mismo, pero al tercer año ya podrán sembrar y segar, y plantarán viñas y comerán sus uvas.
Los habitantes de Judá que logren escapar y queden con vida volverán a echar raÃces y a ser productivos.»
Por lo tanto, asà dice el Señor:«El rey de Asiria no entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola flecha; tampoco avanzará contra ella con sus escudos, ni levantará contra ella ningún baluarte.
Por el mismo camino por el que vino, tendrá que volver. ¡No entrará en esta ciudad!—Palabra del Señor.
El ángel del Señor salió entonces y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres en el campamento de los asirios. Y al dÃa siguiente, cuando se levantaron, todo el campamento estaba cubierto de cadáveres.
Entonces Senaquerib, el rey de Asiria, se fue de allà y se quedó a vivir en NÃnive.