¡Ay de ti, que saqueas, aunque nunca fuiste saqueado! ¡Ay de ti, que eres desleal, aunque nunca nadie fue desleal contigo! Cuando acabes de saquear, el saqueado serás tú; cuando acabes de ser desleal, tú serás vÃctima de la deslealtad.
Al escuchar el estruendo, los pueblos huyen; al levantarte tú, las naciones se esparcen.
Sus despojos serán recogidos como cuando se recogen orugas; sobre ellos se correrá y se saltará, como corren y saltan las langostas.
Pero tú, Señor, que habitas en las alturas y que has saturado a Sión con la justicia y el derecho, serás exaltado.
En tus tiempos reinarán la sabidurÃa y la ciencia, y mucha salvación; el temor a ti, Señor, será el tesoro de tu pueblo.
Afuera de la ciudad los embajadores darán voces, y los mensajeros de paz llorarán amargamente.
Las calzadas están deshechas; ya no hay caminantes; el pacto ha quedado anulado. El enemigo aborreció las ciudades y menospreció a sus habitantes.
La tierra se enfermó y enlutó; el LÃbano quedó marchito y en vergüenza; Sarón se ha vuelto un desierto, y Basán y el Carmelo han sido sacudidos.
Pero el Señor dice:«Ahora mismo voy a levantarme; ahora mismo voy a ser exaltado; ¡ahora mismo voy a ser engrandecido!
Puesto que ustedes han concebido hojarascas, sólo producirán rastrojo; su propio aliento será un fuego que los consumirá.
Los pueblos parecerán cal quemada, y como espinos arrancados serán echados al fuego.
Ustedes, los que están lejos, escuchen lo que he hecho; y ustedes, los que están cerca, reconozcan mi poder.»
Sólo el que se conduce con justicia y habla con rectitud, el que aborrece las ganancias mal habidas, el que se niega a recibir sobornos, el que se tapa los oÃdos para no escuchar propuestas criminales; el que cierra los ojos para no atestiguar la maldad.
Quien es asÃ, habitará en las alturas; las resistentes rocas serán su refugio, y nunca le faltará el pan ni el agua.
Tus ojos verán al Rey en su hermosura, y contemplarán la tierra distante.
Allà el Señor será para nosotros una fortaleza, un lugar de rÃos y de anchos arroyos, por los que no pasará ninguna galera de remos, ni tampoco navegarán grandes naves.
Aunque tus cuerdas están flojas, y tu mástil no está firme ni tensada tu vela, te repartirás el botÃn de muchos despojos, y hasta los cojos se arrebatarán el botÃn.
Nadie que habite la ciudad dirá que está enfermo, porque a sus habitantes les será perdonada su maldad.