sin guerreros ni soldados, sin jueces ni profetas, sin adivinos ni ancianos,
sin capitanes ni lÃderes respetables, sin consejeros ni artesanos ni oradores.
Unos jovencitos serán sus lÃderes; unos chiquillos serán sus gobernantes.
Entre el pueblo, unos a otros se harán violencia: amigos contra amigos, jóvenes contra ancianos, marginados contra poderosos.
Si de la familia de su padre alguien toma a su hermano y le dice: «Tú, que estás bien vestido, serás nuestro prÃncipe. Hazte cargo de este montón de ruinas»,
La apariencia de su rostro los acusa; son como Sodoma, pues no disimulan su pecado sino que lo pregonan. ¡Ay de su alma, pues ellos mismos se perjudican!
DÃganle al hombre justo que le irá bien, y que comerá del fruto de sus obras.
¡Pero ay del malvado! Mal le irá, y conforme a sus obras se le pagará.
¡Ay, pueblo mÃo! ¡Oprimido por los imberbes, gobernado por las mujeres! ¡Tus lÃderes te engañan y te hacen perder el rumbo!
El Señor se dispone a litigar. Ya ocupa su puesto para juzgar a los pueblos.
El Señor abrirá juicio contra ustedes, ancianos y prÃncipes de su pueblo, porque han devorado la viña y tienen en sus casas lo que les arrebataron a los pobres.
El Señor dice:«Por la soberbia de las hijas de Sión; por andar con el cuello erguido y con miradas provocativas; por su paso insinuante, con ritmo de danza;
las cofias, los atavÃos en los tobillos, las peinetas, los frasquitos de perfume, los zarcillos,
los anillos, las argollas,
las ropas de gala, los mantos, los velos, las bolsas,
los espejos, el fino lino, las gasas y los tocados.
En lugar de finos aromas habrá pestilencia; cuerdas en lugar de cinturones, y cabezas rapadas en lugar de peinados ostentosos; en lugar de elegantes ropajes habrá harapiento cilicio, y marcas de hierro candente en lugar de hermosura.
Tus varones caerán a filo de espada, y tus valientes morirán en la guerra.