Profecía acerca del valle de la visión.¿Qué te pasa, que has subido a las azoteas con todos los tuyos?
Tú, ciudad turbulenta y alegre, llena de alborotos: tus muertos no murieron a filo de espada, ni cayeron en batalla.
Todos tus príncipes huyeron juntos de las flechas; todos los que estaban dentro de ti fueron atados en grupo cuando intentaban huir.
Por eso pido que me dejen llorar amargamente; no traten de consolarme por la destrucción de la hija de mi pueblo.
Porque éste es un día de alboroto, de angustia y de confusión, de parte de Dios, el Señor de los ejércitos. En el valle de la visión se derriban muros, y se oye clamor por los montes.
Elam tomó la aljaba, y carros y jinetes; Quir preparó el escudo.
Tus hermosos valles se llenaron de carros, y gente de a caballo acampó a la entrada de la ciudad.
Las defensas de Judá quedaron al descubierto. Ese día ustedes dirigían la mirada hacia el arsenal en la casa del bosque,
y vieron multiplicarse las brechas en la ciudad de David; recogieron las aguas del estanque inferior,
contaron las casas de Jerusalén y las derribaron para reforzar la muralla;
hicieron un foso entre los dos muros para el agua del estanque viejo, pero sin la menor consideración para el que lo hizo y le dio forma.
Ese día Dios, el Señor de los ejércitos, los convocó al llanto y al lamento, a raparse el cabello y a vestirse de cilicio;
pero ustedes prefirieron gozar y divertirse, matar vacas y degollar ovejas, comer carne y beber vino. Y decían: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos.»
Por su parte, el Señor de los ejércitos me dijo al oído: «Este pecado no les será perdonado, hasta que hayan muerto.»Lo ha dicho Dios, el Señor de los ejércitos.
Así dice Dios, el Señor de los ejércitos:«Ve a donde está ese tesorero, el mayordomo Sebna, y dile:
“¿Qué tienes tú aquí, o a quién tienes aquí, que te has labrado un sepulcro en lo alto? ¿Por qué esculpes para ti una casa en la roca?
Mira que el Señor va a llevarte en duro cautiverio, y te cubrirá el rostro;
te hará rodar con fuerza, como una rueda por el llano, y así morirás. ¡En eso acabarán tus espléndidos carros, tú que eres la vergüenza de la casa de tu amo!
¡Yo te arrojaré de tu puesto! ¡Yo te destituiré!
Y ese mismo día llamaré a mi siervo Eliaquín hijo de Hilcías,
y le pondré tus vestiduras; lo ceñiré con tu cinto y le entregaré tu autoridad; y él será como un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá.
Yo le entregaré la llave de la casa de David. Lo que él abra, nadie podrá cerrarlo; lo que él cierre, nadie podrá abrirlo.
En el lugar donde yo lo ponga quedará firme como un clavo, y será un trono honroso para la casa de su padre.
De él penderá toda la honra de la casa de su padre, de sus hijos y sus nietos, y de todos sus parientes menores en importancia.
Pero vendrá el día en que ese clavo, que estaba en lugar firme, será removido y destrozado; se vendrá abajo, y la carga que de él pendía se hará pedazos.”»—Palabra del Señor de los ejércitos.