El Señor y los instrumentos de su ira vienen de lejanas tierras, desde los confines de los cielos, para destruir toda la tierra.
¡Griten de dolor, que cercano está el dÃa del Señor! ¡Viene como asolamiento del Todopoderoso!
Por eso pierde su fuerza toda mano; por eso desfallece todo corazón.
Se llenan de terror; la angustia y el dolor los domina; tienen dolores como de parturienta; con el rostro encendido, unos a otros se miran con asombro.
¡Viene ya el terrible dÃa del Señor! ¡DÃa de ardiente ira e indignación, que hará de la tierra un páramo, y que raerá de ella a los pecadores!
Ese dÃa las estrellas y los luceros de los cielos no darán su luz; el sol se oscurecerá al amanecer, y la luna no dará su resplandor.
Cada uno mirará hacia su pueblo, como oveja sin pastor; cada uno huirá a su tierra, como gacela perseguida.
Todo el que sea hallado, caerá atravesado por una lanza; todo el que caiga preso, morirá a filo de espada.
Ante sus propios ojos, sus niños serán estrellados contra el suelo, sus casas serán saqueadas, y sus mujeres serán violadas.
Voy a incitar contra ellos a los medos, para quienes el oro y la plata no es lo más importante.
Con sus flechas despedazarán a los niños, y de los hijos no tendrán compasión; ¡no perdonarán a nadie en quien pongan sus ojos!
El hermoso reino de Babilonia, joya de la grandeza caldea, vendrá a ser como Sodoma y Gomorra, ciudades a las que Dios destruyó.
Jamás volverá a ser habitado. Para siempre quedará deshabitado. Ningún nómada volverá a plantar allà su tienda, ni pastor alguno apacentará allà su rebaño.
Allà dormirán sólo las fieras del desierto, y sus casas se llenarán de chacales; allà sólo vivirán los avestruces, y retozarán las cabras salvajes.
En sus palacios y en sus casas veraniegas aullarán las hienas y los chacales. Ya se acerca su tiempo; sus dÃas están contados.