Asà dice el Señor: «Ustedes, los cielos, ¡oigan! Y tú, tierra, ¡escucha! He criado hijos, los he visto crecer, pero ellos han pecado contra mÃ.
El buey conoce a su dueño, y el asno conoce el pesebre de su amo, pero Israel no entiende; ¡mi pueblo no tiene entendimiento!»
¡Ay, gente pecadora, pueblo bajo el peso de la maldad! ¡Ay, simiente de malvados, hijos corrompidos que han abandonado al Señor! Han provocado la ira del Santo de Israel; ¡le han dado la espalda!
De la punta del pie a la cabeza no tienen nada sano. Todo son heridas, hinchazones y llagas abiertas, que nadie ha curado ni vendado ni limpiado con ungüento.
Ante ustedes su tierra es asolada, e incendiadas sus ciudades. Su paÃs es devorado por gente extraña, ¡asolado como si lo asolaran extraños!
La hija de Sión se ha quedado solitaria. ¡Parece la enramada de una viña, la cabaña de un melonar! ¡Parece una ciudad desolada!
No me traigan más ofrendas inútiles. El incienso me repugna; no soporto la luna nueva ni el dÃa de reposo, ni las reuniones que convocan; sus fiestas solemnes son inicuas.
Mi alma aborrece sus lunas nuevas y sus fiestas solemnes; ¡son para mà una carga insoportable!
El Señor dice:«Vengan ahora, y pongamos las cosas en claro. Si sus pecados son como la grana, se pondrán blancos como la nieve. Si son rojos como el carmesÃ, se pondrán blancos como la lana.
Si ustedes quieren y me hacen caso, comerán de lo mejor de la tierra;
pero si no quieren y son rebeldes, serán consumidos por la espada.»SÃ, la boca del Señor lo ha dicho.
¡Ay, ciudad fiel! ¡Cómo te has prostituido! Antes residÃa en ti la justicia y el derecho, y ahora el asesinato.
Tu plata se convirtió en escoria; tu vino se mezcló con agua.