Ellos dijeron entonces:«El Dios de los hebreos nos ha encontrado, asà que ahora vamos a ir al desierto camino de tres dÃas, y allà ofreceremos sacrificios al Señor nuestro Dios. No vaya a ser que venga contra nosotros con peste o con espada.»
Ese mismo dÃa el faraón dio esta orden a los jefes de cuadrilla que tenÃan a su cargo al pueblo, y a sus capataces:
«De aquà en adelante no le darán al pueblo paja para hacer ladrillo, como lo han hecho hasta ahora. ¡Que vayan ellos mismos a recoger la paja!
Pero los obligarán a hacer la misma cantidad de ladrillo que antes hacÃan. No les reduzcan ni un solo ladrillo. Lo que pasa es que están ociosos, y por eso levantan la voz y dicen: “Vayamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios.â€
Háganlos trabajar más todavÃa. Que se mantengan ocupados y no hagan caso de mentiras.»
Los jefes de cuadrilla y sus capataces fueron a hablar con el pueblo, y les dijeron:«Asà ha dicho el faraón: “Ya no les voy a dar paja.â€
Asà que vayan ustedes mismos a recoger paja donde la encuentren, pero su tarea no se reducirá en nada.»
Entonces el pueblo se esparció por todo Egipto, y en lugar de paja iban recogiendo rastrojo.
Los cuadrilleros los apremiaban, y les decÃan:«Cumplan con su tarea. Hagan los mismos ladrillos que hacÃan cuando se les daba paja.»
Paja no se nos da, y sin embargo nos ordenan: “Hagan ladrillos.†¡Ahora resulta que a tus siervos se les azota, cuando que el culpable es tu pueblo!»
Pero el faraón respondió:«Ustedes están ociosos. Tan ociosos están, que por eso dicen: “Vayamos a ofrecer sacrificios al Señor.â€
¡Váyanse ya a trabajar! Paja no se les va a dar, pero la cantidad de ladrillos que deben entregar será la misma.»
Los capataces de los hijos de Israel se vieron en aprietos cuando se les dijo: «No se disminuirá un solo ladrillo de la cantidad que deben entregar cada dÃa.»
les dijeron:«¡Que el Señor los mire y los juzgue! Ustedes nos han hecho odiosos a la vista del faraón y de sus siervos. ¡Les han puesto la espada en la mano, para que nos maten!»