cuando los que confÃan en sus riquezasse jactan de sus muchas posesiones?
¡Ninguno de ellos puede salvar a su hermano,ni dar nada a Dios a cambio de su vida!
El rescate de una vida tiene un alto precio,y ningún dinero será jamás suficiente
para que siga con vida para siemprey nunca llegue a experimentar la muerte.
Es evidente que hasta los sabios mueren;que los necios e insensatos perecen por igual,y que a otros les dejan sus riquezas.
Algunos piensan que sus casas serán eternas,y que las habitarán por todas las generaciones,y hasta dan su nombre a las tierras que poseen.
Aunque ricos, los mortales no permanecen;lo mismo que las bestias, un dÃa perecen.
Este camino suyo es una locura,pero sus hijos se complacen en sus dichos,
mientras la muerte los lleva al sepulcrocomo un pastor que guÃa a sus rebaños;será el sepulcro su última morada.Allà desaparecerá su buen semblante,y un dÃa los hombres justos serán sus amos.
Pero a mÃ, Dios me rescatará;¡Dios me librará del poder del sepulcro!
Tú, no te preocupes cuando veasque otros se hacen ricos y agrandan sus casas,
pues nada se llevarán cuando mueran;sus riquezas no se las llevarán al sepulcro.
Aunque se sientan felices mientras vivan,y la gente los alabe cuando prosperen,
un dÃa irán a reunirse con sus antepasadosy nunca más volverán a ver la luz.
Aunque ricos, los mortales no entienden;lo mismo que las bestias, un dÃa perecen.