Junto a los rÃos de Babilonia,nos sentábamos a llorar al acordarnos de Sión.
Sobre los sauces de la ciudadcolgamos nuestras arpas.
Los que nos capturaron, nos pedÃan que cantáramos.Nuestros opresores nos pedÃan estar contentos. DecÃan:«¡Canten algunos de sus cánticos de Sión!»
¿Y cómo podrÃamos cantarle al Señoren un paÃs extranjero?