Ese dÃa los judÃos se reunieron en sus ciudades, en todas las provincias del rey Asuero, para vengarse de los que habÃan procurado su mal, y nadie les opuso resistencia porque el temor a ellos habÃa cundido por todos los pueblos.
Era tanto el miedo que sentÃan ante Mardoqueo, que todos los prÃncipes de las provincias, sátrapas, capitanes y oficiales del rey, apoyaban a los judÃos.
Y es que Mardoqueo ya era muy importante en la casa del rey. Su fama se extendÃa por todas las provincias, y cada vez ganaba más poder.
Y asÃ, los judÃos mataron a filo de espada a todos sus enemigos; les causaron gran mortandad y destrucción, e hicieron con ellos lo que quisieron.
Sólo en Susa, que era la capital del reino, los judÃos mataron y destruyeron a quinientos hombres,
Esto sucedió el dÃa trece del mes de Adar, y el dÃa catorce del mismo mes descansaron y lo declararon dÃa de banquete y de alegrÃa.
Los judÃos que estaban en Susa se juntaron los dÃas trece y catorce del mismo mes, y el dÃa quince del mismo mes descansaron y lo declararon dÃa de banquete y de alegrÃa.
Por eso desde entonces los judÃos que viven en las aldeas y en villas sin murallas celebran el dÃa catorce del mes de Adar como un dÃa de alegrÃa y de banquete; es para ellos un dÃa de regocijo, en el que cada uno comparte su comida con su vecino.
Mardoqueo escribió todo esto, y envió cartas a todos los judÃos, cercanos y lejanos, que vivÃan en todas las provincias del rey Asuero.
Les ordenó celebrar cada año los dÃas catorce y quince del mes de Adar,
como los dÃas en que los judÃos se libraron de sus enemigos para vivir en paz, y como el mes en que la tristeza se cambió en alegrÃa y el luto en un dÃa feliz. Les ordenó declararlos dÃas de banquete y de alegrÃa, y de compartir cada uno su comida con su vecino, y de ayudar a los pobres.
Los judÃos aceptaron cumplir con lo que Mardoqueo les ordenó por escrito, como habÃan comenzado a hacerlo.
Y es que Amán, el hijo de Hamedata el agagueo y enemigo de todos los judÃos, habÃa ideado un plan para destruirlos; habÃa echado «pur», (es decir, suertes) para matarlos y acabar con ellos.
Por causa del nombre «pur» estos dÃas fueron llamados «Purim»; y por lo que decÃa la carta, y por lo que ellos mismo vieron y pudieron entender,
los judÃos establecieron como norma el no dejar de celebrar cada año estos dos dÃas, según está escrito. Esta norma regirÃa sobre todos sus descendientes y allegados,
y estos dÃas serÃan recordados y celebrados por todas las generaciones, familias, provincias y ciudades. Los dÃas de «purim» no dejarÃan de ser observados por los judÃos, ni sus descendientes dejarÃan jamás de celebrarlos.
Esta segunda carta referente a la fiesta de «purim» la suscribieron con plena autoridad la reina Ester hija de AbijaÃl y Mardoqueo el judÃo.
Las cartas enviadas a todos los judÃos de las ciento veintisiete provincias del reino de Asuero, contenÃan un mensaje de paz y de verdad,
y confirmaban la celebración de estos dÃas de «purim» en el tiempo señalado, conforme a las órdenes de Mardoqueo el judÃo y la reina Ester. Los judÃos y sus descendientes se comprometÃan a conmemorar el fin de los ayunos y lamentos.
Las órdenes de Ester confirmaron la celebración de las fiestas de «purim», y esto quedó registrado en un libro.