Todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque el rey asà lo habÃa ordenado; pero Mardoqueo no hacÃa nada de esto.
Entonces Amán le dijo al rey Asuero:«Hay en tu reino un pueblo que se ha esparcido y distribuido entre todos tus pueblos y provincias. Sus leyes son diferentes a las de todo pueblo, y no acatan las leyes del rey. En nada se beneficia el rey con dejarlos vivir.
El rey se quitó su anillo y se lo dio a Amán hijo de Hamedata el agagueo, que era enemigo de los judÃos,
y le dijo:«Puedes quedarte con la plata que me ofreces. Y con ese pueblo, puedes hacer lo que mejor te parezca.»
El dÃa trece del mismo mes primero fueron llamados los escribanos del rey, y todo lo que les mandó Amán lo escribieron a los sátrapas del rey, a los capitanes que gobernaban cada provincia y a los prÃncipes de cada pueblo. El escrito se hizo a nombre del rey Asuero, en la escritura y la lengua de cada provincia y cada pueblo, y fue sellado con el anillo real.
Una copia del escrito entregado por decreto a cada provincia fue publicada en todos los pueblos, a fin de que se prepararan para aquel dÃa.
El edicto fue dado en Susa capital del reino, y por mandato del rey los correos salieron con toda rapidez. Y mientras el rey y Amán se sentaron a beber, en la ciudad de Susa reinaba el desconcierto.