Luego, la gente de Judá nos dijo: “Los que limpian los escombros ya están cansados. ¡Hay tanto que limpiar, que no podemos seguir reconstruyendo!â€
Luego, me reunà con los hombres importantes del pueblo y con los oficiales del templo, y con el pueblo en general, y les dije: “No tengan miedo de esa gente. Recuerden que el Señor es grande y temible. Luchemos por defender a nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestras hijas y nuestras esposas; ¡luchemos por nuestros hogares!â€
»Cuando nuestros enemigos supieron lo que habÃamos decidido hacer, y que Dios habÃa desbaratado sus planes, regresamos a la muralla para continuar con nuestra tarea.
A partir de ese dÃa la mitad de los hombres trabajaba en la reconstrucción, mientras la otra mitad se mantenÃa vigilante con sus lanzas, escudos, arcos y corazas. Los jefes de todo Judá los apoyaban.
Tanto los que reconstruÃan la muralla como los que acarreaban los escombros y los que cargaban el material, con una mano trabajaban y con la otra sostenÃan sus espadas.
Todos los que trabajaban en la reconstrucción llevaban la espada al cinto, y a mi lado estaba quien tocaba la trompeta.
»Luego me reunà con los hombres importantes y con los oficiales, y con todo el pueblo, y les dije: “La obra es muy grande y extensa, y nosotros estamos muy separados unos de otros a lo largo de toda la muralla.
Por eso, cuando oigan el toque de la trompeta, corran a reunirse con nosotros, que nuestro Dios peleará por nosotros.â€
Y asÃ, desde la salida del sol hasta que aparecÃan las estrellas trabajábamos en la obra, mientras la mitad de nosotros se mantenÃa lanza en mano.
»Mis hermanos y mis criados, y los centinelas que me seguÃan, trabajábamos sin descanso. Ninguno de nosotros se quitaba la ropa, a no ser para bañarse.