Colocaron el altar sobre una base, por temor a los pueblos que los rodeaban, y todos los dÃas, por la mañana y por la tarde, ofrecÃan holocaustos al Señor.
Celebraron con toda solemnidad la fiesta de las enramadas, como está escrito, y diariamente ofrecÃan holocaustos al Señor, conforme a cada celebración, y cada cosa en su dÃa,
Mientras los albañiles echaban los cimientos del templo, llegaban los sacerdotes con sus vestiduras y sus trompetas, y los levitas descendientes de Asaf con sus platillos de bronce, y alababan al Señor, según lo habÃa ordenado el rey David de Israel.
Y entonaban alabanzas de gratitud al Señor, y decÃan: «Dios es bueno, y su misericordia por Israel es eterna». Y todo el pueblo unánime alababa a Dios con júbilo al ver cómo se echaban los cimientos del templo del Señor.
Muchos sacerdotes y levitas, y jefes de familias ya ancianos, que habÃan conocido el primer templo, lloraban a voz en cuello al ver cómo se echaban los cimientos del templo, mientras otros gritaban de alegrÃa.
Era tan fuerte el rumor que se escuchaba desde lejos, que la gente no podÃa distinguir el llanto de los gritos de alegrÃa.