A todos los sobrevivientes hititas, amorreos, ferezeos, jivitas y jebuseos, es decir, a todos los que no eran israelitas
y que se habÃan quedado en la tierra de sus antepasados porque los israelitas no pudieron aniquilarlos, Salomón los hizo sus tributarios, y hasta el dÃa de hoy lo son.
Pero a los israelitas no los hizo trabajar en sus obras porque eran hombres de guerra, oficiales, capitanes, comandantes de sus carros de guerra, y gente de caballerÃa.
Para controlar a esa gente, Salomón contaba con la ayuda de doscientos cincuenta gobernadores principales.
A la hija del faraón, Salomón la llevó de la ciudad de David a la casa que edificó para ella, pues dijo: «Mi mujer no va a vivir en el palacio de David, el rey de Israel. Las habitaciones donde el arca del Señor ha estado son sagradas.»
Salomón ofreció holocaustos al Señor sobre el altar del Señor que habÃa edificado frente al pórtico,
Las órdenes del rey en cuanto a los sacerdotes y los levitas, y los tesoros y todo otro asunto, se cumplieron al pie de la letra,
pues todos los trabajos de Salomón estaban preparados desde que se pusieron los cimientos del templo del Señor hasta que el templo quedó totalmente construido.
pues Jirán le habÃa enviado, por medio de sus siervos, naves y marineros expertos en alta mar. Éstos fueron a Ofir con los siervos de Salomón, y de allà tomaron unos quince mil kilos de oro, que le fueron entregados al rey Salomón.