Y EzequÃas hizo lo recto a los ojos del Señor, tal y como lo habÃa hecho David, su padre.
En el mes primero del primer año de su reinado, EzequÃas abrió las puertas del templo del Señor, y las reparó.
Convocó a los sacerdotes y levitas, los reunió en la plaza oriental,
y les dijo:«¡Escúchenme, levitas! SantifÃquense ahora, y santifiquen el templo del Señor, el Dios de sus padres. Saquen del santuario toda impureza,
porque nuestros padres se han rebelado; han hecho lo malo a los ojos del Señor nuestro Dios, pues lo han abandonado; se han apartado del tabernáculo del Señor, y le han dado la espalda.
¡Hasta llegaron a cerrar las puertas del atrio, y apagaron las lámparas! ¡No quemaron incienso en el santuario, ni ofrecieron holocaustos al Dios de Israel!
De los hijos de Elisafán: Simerà y Yeguiel.De los hijos de Asaf: ZacarÃas y MatanÃas.
De los hijos de Hemán: Yejiel y Simey.De los hijos de Jedutún: SemaÃas y Uziel.
Éstos reunieron a sus parientes, se santificaron y entraron para limpiar el templo del Señor, conforme a las órdenes del rey y las palabras del Señor.
Los sacerdotes que entraron a limpiar el templo del Señor sacaron todas las impurezas que hallaron allà dentro, y las arrojaron al atrio del templo del Señor; de allÃ, los levitas las arrojaron al torrente de Cedrón.
Hemos preparado y santificado igualmente todos los utensilios que, en su infidelidad, habÃa desechado el rey Ajaz durante su reinado, y aquà están ya, ante el altar del Señor.»
Entonces el rey EzequÃas se levantó por la mañana y reunió a los principales de la ciudad, y subió al templo del Señor.
Allà EzequÃas ordenó a los sacerdotes descendientes de Aarón que ofrecieran sobre el altar del Señor siete novillos, siete carneros, siete corderos y siete machos cabrÃos, para la expiación del reino, del santuario y de Judá.
Los novillos fueron sacrificados, y los sacerdotes recogieron la sangre y la esparcieron sobre el altar; luego mataron los carneros y esparcieron la sangre sobre el altar, y lo mismo hicieron con los corderos.
Los sacerdotes los mataron, y con la sangre de ellos hicieron la ofrenda de expiación sobre el altar para reconciliar a todo Israel, pues por todo Israel mandó el rey que se hicieran el holocausto y la expiación.
Entonces el rey EzequÃas y los prÃncipes dijeron a los levitas que alabaran al Señor con las palabras de David y del vidente Asaf, y ellos alabaron con gran alegrÃa, y se inclinaron y adoraron.
El número total de los holocaustos que ofreció la congregación fue de setenta bueyes, cien carneros y doscientos corderos, todo para el holocausto del Señor.
Las ofrendas fueron seiscientos bueyes y tres mil ovejas.
Pero los sacerdotes eran pocos, y no alcanzaban a desollar los holocaustos, asà que sus parientes levitas los ayudaron hasta terminar la obra y hasta que los demás sacerdotes se santificaron. Y es que el corazón de los levitas fue más recto para santificarse que el de los sacerdotes.
Y asÃ, hubo abundancia de holocaustos, con la grasa de las ofrendas de paz y las libaciones para cada holocausto, y el servicio del templo del Señor quedó restablecido.
Y EzequÃas se regocijó con todo el pueblo de que Dios hubiera preparado al pueblo, porque todo fue hecho con rapidez.