Uno de los principales ayudantes del rey respondió al varón de Dios:«Si en este momento el Señor abriera las ventanas del cielo, ¿sucederÃa lo que tú dices?»Y Eliseo dijo:«De eso serás testigo ocular, pero no comerás nada de ello.»
Si intentáramos entrar en la ciudad, morirÃamos dentro de ella por el hambre que allà dentro hay. Si nos quedamos aquÃ, de todos modos moriremos. Mejor vayamos al campamento de los sirios. Si nos dejan vivir, viviremos; si nos dan muerte, moriremos.»
Al caer la noche se pasaron al campamento de los sirios, pero cuando llegaron a la entrada de su campamento no vieron a nadie.
Entonces se levantaron al anochecer y huyeron, y para ponerse a salvo abandonaron sus tiendas, sus caballos y sus asnos, dejando el campamento tal como estaba.
Pero luego se dijeron el uno al otro:«Lo que estamos haciendo no está bien. Éste es un dÃa de buenas noticias, y nosotros nos las estamos callando. Si no las anunciamos antes de que amanezca, vamos a resultar culpables. Es mejor que vayamos al palacio ahora mismo y le demos la noticia al rey.»
Entonces fueron a la entrada de la ciudad, y con grandes gritos les dijeron a los guardias:«Fuimos al campamento de los sirios, y no vimos ni oÃmos allà a nadie. Sólo vimos caballos y asnos atados, y el campamento intacto.»
A grandes gritos, los porteros anunciaron esto en el palacio del rey,
Se tomaron entonces dos carros y caballos, y el rey envió gente al campamento de los sirios, con la orden de ir y ver.
Los enviados del rey partieron y llegaron hasta el Jordán, y vieron que por todo el camino habÃa vestidos y objetos por el suelo, que en su premura los sirios habÃan ido arrojando. Luego volvieron y le comunicaron esto al rey.
Entonces el pueblo salió y saqueó el campamento de los sirios. Y conforme a la palabra del Señor, diez kilos de flor de harina y veinte kilos de cebada se vendieron por una moneda de plata.
El rey ordenó a su principal ayudante mantenerse a la entrada de la ciudad, pero el pueblo lo atropelló, y ahà mismo murió, tal y como lo habÃa predicho el varón de Dios cuando el rey fue a verlo.
Todo sucedió tal y como el varón de Dios se lo habÃa anticipado al rey cuando dijo: «Mañana a esta hora, a la entrada de Samaria, veinte kilos de cebada, o diez kilos de flor de harina, se venderán por una moneda de plata.»
Pero aquel ayudante principal le habÃa respondido al varón de Dios:«Si el Señor abriera las ventanas del cielo, ¿sucederÃa esto que dices?»Y el varón de Dios le habÃa contestado:«Tú mismo serás testigo ocular, pero no comerás nada de ello.»
Y asà sucedió, porque el pueblo lo atropelló a la entrada de la ciudad, y allà mismo murió.