Luego, el rey se puso de pie junto a la columna e hizo un pacto en presencia del Señor, de que siempre lo seguirÃan y cumplirÃan sus mandamientos, testimonios y estatutos, y que con todo el corazón y con toda el alma cumplirÃan las palabras del pacto escritas en ese libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto.
Ya volvÃa JosÃas cuando vio los sepulcros que estaban allà en el monte. Entonces mandó sacar los huesos de los sepulcros, y para profanarlo ordenó que los quemaran sobre el altar. Asà se cumplió la palabra del Señor, que el varón de Dios habÃa anunciado en su profecÃa.
Entonces JosÃas dijo:«Que nadie lo toque ni mueva sus huesos.»Fue asà como se preservaron sus huesos y los del profeta que habÃa llegado de Samaria.
Pero JosÃas ordenó que se quitaran todos los santuarios de los altares que habÃa en los montes de Samaria, con los cuales los reyes de Israel habÃan provocado la ira del Señor, e hizo con ellos lo mismo que habÃa hecho en Betel.
Además, el faraón Necao puso por rey a EliaquÃn hijo de JosÃas en lugar de su padre, y le cambió el nombre por el de JoacÃn; luego tomó a Joacaz y lo llevó a Egipto, donde murió.
JoacÃn pagó al faraón el tributo de plata y oro, pero para cumplir con este tributo tuvo que imponer al pueblo un impuesto sobre el valor de la tierra que cada uno poseÃa, y ese dinero se lo dio al faraón Necao.