y le dijeran:«Asà ha dicho EzequÃas: “Éste es un dÃa de angustia, de reprensión y de blasfemia, pues los hijos están a punto de nacer, y la parturienta ya no tiene fuerzas.
Tal vez el Señor tu Dios habrá oÃdo todo lo que ha dicho el Rabsaces, a quien su señor, el rey de Asiria, ha enviado para blasfemar al Dios viviente y para ofenderlo con sus palabras, las cuales el Señor tu Dios habrá oÃdo. Por lo tanto, eleva una oración por el remanente que aún queda.â€Â»
Los siervos del rey EzequÃas fueron a hablar con IsaÃas,
oró en su presencia. Dijo:«Señor y Dios de Israel, que habitas entre los querubines, sólo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. ¡Tú hiciste el cielo y la tierra!
Inclina, Señor, tu oÃdo, y escucha. Abre, Señor, tus ojos, y mira. Oye las palabras de Senaquerib, que ha mandado blasfemarte a ti, el Dios viviente.
Es verdad, Señor, que los reyes de Asiria han destruido naciones y paÃses,
y que han lanzado al fuego a sus dioses; pero es que ellos no eran dioses, sino hechura humana de madera y de piedra. ¡Por eso los destruyeron!
Pero ahora, Señor y Dios nuestro, ¡sálvanos de su poder! Yo te lo ruego, para que todos los reinos de la tierra sepan que sólo tú, Señor, eres Dios.»
Entonces IsaÃas hijo de Amoz mandó a decir a EzequÃas:«Asà ha dicho el Señor, Dios de Israel: “He escuchado lo que me has pedido acerca de Senaquerib, el rey de Asiria.â€
He cavado pozos y bebido aguas ajenas; con las plantas de mis pies he dejado secos todos los rÃos de Egipto.â€
¿Nunca has oÃdo decir que, hace ya mucho tiempo, yo lo hice, y que desde tiempos pasados lo tengo planeado? Ahora lo he realizado, y tú causarás mucha desolación, y reducirás las ciudades fortificadas a montones de escombros.
Sus habitantes, impotentes, se acobardaron y quedaron confundidos. ¡ParecÃan hierba del campo, verdes hortalizas, paja en los techos, seca antes de tiempo!
»A ti, EzequÃas, te doy esta señal: Este año, y el siguiente, comerán ustedes lo que crezca por sà mismo, pero el tercer año podrán sembrar y segar, y plantar viñas, y comerán lo que ellas produzcan.
Y los sobrevivientes de Judá volverán a echar raÃces y tendrán muchos hijos.
»Por tanto, asà dice el Señor acerca del rey de Asiria: “No entrará en esta ciudad. No lanzará ninguna flecha contra ella, ni se enfrentará a ella con escudos, ni levantará contra ella terraplenes.
Por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad.—Palabra del Señor.
Y sucedió que esa misma noche el ángel del Señor salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres en el campamento de los asirios. Por la mañana, cuando se levantaron, se encontraron con que por todas partes habÃa cadáveres.
Entonces el rey Senaquerib de Asiria se fue de regreso a NÃnive, y nunca más volvió,