El rey de Asiria hizo prisioneros a los israelitas, y los llevó cautivos a Asiria. Los puso en las ciudades de Jalaj y Jabor, junto al rÃo Gozán, y en las ciudades de los medos.
y EzequÃas entregó toda la plata que habÃa en el templo del Señor y en los tesoros del palacio real.
Además, removió el oro de las puertas y quiciales del templo del Señor, que el mismo rey EzequÃas habÃa recubierto de oro, y se lo entregó al rey de Asiria.
Aunque confÃes en Egipto, y en sus carros de guerra y en su caballerÃa, no podrás hacerle frente al menor de los capitanes de mi señor.
¿Acaso crees que he venido aquà sin que el Señor me haya ordenado destruirlo? El Señor me ha dicho: “Ataca a ese paÃs y destrúyelo.â€Â»
EliaquÃn hijo de HilcÃas, y Sebna y Yoaj, le dijeron al Rabsaces:«Por favor, háblanos en arameo, que nosotros lo entendemos. No nos hables en la lengua de Judá, que el pueblo que está sobre la muralla te va a escuchar.»
Pero el Rabsaces les contestó:«¿Y acaso mi señor me ha enviado a decirles esto a ustedes y a su amo, y no a la gente que está sobre la muralla, expuestos como están a comerse, lo mismo que ustedes, su propio excremento y a beberse su propia orina?»
Dicho esto, el Rabsaces se levantó y en la lengua de Judá clamó a gran voz:«¡Escuchen las palabras del gran rey de Asiria!
No dejen que EzequÃas los haga confiar en el Señor, aunque les asegure que el Señor los salvará, y que esta ciudad no será entregada en mis manos.
No le hagan caso.â€Â»Asà dice el rey de Asiria: “Hagan las paces conmigo, y salgan a mi encuentro. Coma cada uno de ustedes sus uvas y sus higos; beba cada uno de ustedes el agua de su pozo,
hasta que yo venga y los lleve a una tierra como la de ustedes, donde hay trigo y vino, pan y viñas, olivas, aceite y miel. Asà no morirán, sino que seguirán con vida. No le hagan caso a EzequÃas, que los engaña cuando les dice que el Señor los librará.
¿Acaso alguno de los dioses de las otras naciones ha librado a su tierra de mis manos?
¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvayin, Hena, y Guivá? ¿Acaso esos dioses pudieron librar a Samaria de mi mano?
Pero el pueblo guardó silencio y no respondió nada, porque el rey habÃa dado órdenes de no responderle.
Luego, el mayordomo EliaquÃn hijo de HilcÃas, el escriba Sebna y el canciller Yoaj hijo de Asaf fueron a ver a EzequÃas, y con sus vestiduras rasgadas repitieron lo dicho por el Rabsaces.