Have not I commanded thee? Be strong and of a good courage; be not afraid, neither be thou dismayed: for the LORD thy God is with thee whithersoever thou goest.
Envió mensajeros al rey Ajab, que estaba en la ciudad, a que le dijeran:
«El rey Ben Adad te manda decir: “Tu plata y tu oro me pertenecen, lo mismo que tus mujeres y tus hermosos hijos.â€Â»
El rey de Israel le respondió:«¡Por supuesto! ¡Todo lo que tengo le pertenece a Su Majestad!»
Los mensajeros volvieron a hablar con Ajab, y le dijeron:«El rey Ben Adad ha dicho: “He mandado a decirte que vas a entregarme tu plata y tu oro, lo mismo que tus mujeres y tus hijos.
Prepárate, porque mañana a esta misma hora van a llegar mis siervos a registrar tu palacio y las casas de tus oficiales, y se llevarán todo lo que tengas de valor.â€Â»
Los ancianos y todo el pueblo le aconsejaron:«No le hagas caso. No hagas lo que te pide.»
Entonces Ajab respondió a los embajadores:«Digan a Su Majestad que voy a hacer lo que me pidió la primera vez. Pero esto otro no lo voy a hacer.»Los embajadores llevaron la respuesta a su rey,
Y el rey de Israel les respondió:«DÃganle a su rey que una cosa es ceñirse la espada, y otra muy distinta volver victorioso del campo de batalla.»
Cuando Ben Adad recibió la respuesta de Ajab, estaba en su campamento bebiendo con los demás reyes, y al instante ordenó a sus oficiales que se prepararan para atacar la ciudad.
Pero un profeta fue a ver al rey Ajab de Israel, y le dijo:«Asà ha dicho el Señor: “¿Ves esta gran muchedumbre? Hoy mismo voy a entregarla en tus manos, para que reconozcas que yo soy el Señor.â€Â»
Se pusieron en marcha al mediodÃa, saliendo de Samaria, mientras Ben Adad y los treinta y dos reyes que lo apoyaban seguÃan emborrachándose en su campamento.
Los primeros en salir de la ciudad fueron los siervos de los jefes de provincia. Pero Ben Adad habÃa puesto espÃas, que al ver salir soldados de Samaria corrieron a decÃrselo al rey.
Entonces Ben Adad dijo:«Sea que vengan en son de paz, o que vengan en son de guerra, captúrenlos vivos.»
y trabaron combate unos contra otros, pero los israelitas hicieron huir a los sirios, y los persiguieron. Entonces el rey Ben Adad de Siria montó en un caballo y escapó acompañado de algunos jinetes.
Luego, el profeta se presentó ante Ajab y le dijo:«Ahora debes reagrupar tus fuerzas y pensar lo que debes hacer, porque dentro de un año el rey de Siria volverá para pelear contra ti.»
Por su parte, los oficiales del rey de Siria le dijeron:«Los dioses de los israelitas nos vencieron porque habitan en los montes; pero si peleamos contra ellos en las llanuras, con toda seguridad los venceremos.
Entonces sus oficiales le dijeron:«Hemos sabido que los reyes de Israel son clementes. Si nos vestimos con cilicio y nos ponemos una soga al cuello, y nos presentamos ante el rey, tal vez tenga compasión de ti y te perdone la vida.»
Entonces se vistieron de cilicio y se pusieron sogas en el cuello, y fueron a ver al rey. Le dijeron:«Tu siervo Ben Adad te ruega que le perdones la vida.»Y Ajab respondió:«Si el rey vive todavÃa, entonces es mi hermano.»
Y Ben Adad le dijo a Ajab:«Hoy te devuelvo las ciudades que mi padre le quitó al tuyo. Toma posesión de Damasco, como mi padre lo hizo con Samaria.»Y Ajab respondió:«Éste es un pacto entre tú y yo. Puedes irte.»
En ese momento, uno de los profetas le pidió a uno de sus compañeros que lo golpeara, pero su compañero no quiso hacerlo.
Entonces aquel profeta le dijo:«Puesto que no obedeciste a la palabra del Señor, en cuanto me dejes y tomes tu camino, te herirá un león.»En efecto, cuando ese hombre se separó del profeta, le salió un león en el camino y lo mató.
Luego, el profeta vio a otro hombre y le pidió que lo hiriera, y aquel hombre obedeció; le dio un golpe y lo dejó herido.
Entonces el profeta se puso una venda sobre los ojos y, con ese disfraz, fue y se enfrentó al rey en el camino.
En el momento en que el rey pasaba, el profeta gritó y dijo:«Este siervo de Su Majestad estaba en medio de la batalla, cuando de pronto se me acercó un soldado, y me entregó a un prisionero y me dijo: “Cuida bien a este prisionero. No lo dejes escapar. Si se escapa, tú me responderás con tu vida, o me pagarás tres mil monedas de plata.â€
Como yo estaba muy ocupado, haciendo varias cosas, ¡el prisionero se escapó!»Entonces el rey le dijo:«Tu sentencia es clara, y tú mismo la has dictado.»
En ese momento, el profeta se quitó la venda de los ojos, y el rey se dio cuenta de que se trataba de uno de los profetas.
Entonces el profeta le dijo:«Asà ha dicho el Señor: “Puesto que dejaste al hombre que yo habÃa condenado a muerte, tú morirás en su lugar, y tu pueblo morirá en lugar de su pueblo.â€Â»
El rey de Israel siguió su camino, y llegó a Samaria, pero iba triste y enojado.