Though I walk in the midst of trouble, thou wilt revive me: thou shalt stretch forth thine hand against the wrath of mine enemies, and thy right hand shall save me.
ElÃas se puso en marcha para hablar con Ajab. El hambre que azotaba a Samaria era terrible.
Ese dÃa el rey llamó a AbdÃas, su administrador. AbdÃas era un hombre profundamente temeroso del Señor,
pues cuando Jezabel mandó matar a los profetas del Señor, AbdÃas salvó a cien de ellos; formó dos grupos de cincuenta profetas, y los escondió en cuevas y les proveyó pan y agua.
Ajab le dijo a AbdÃas:«Ve a recorrer todo el paÃs. Busca manantiales con agua, y arroyos. Tal vez encontremos un poco de pasto para mantener vivos a los caballos y a las mulas. De lo contrario, nos quedaremos sin bestias.»
Para recorrer el paÃs, lo dividieron en dos partes; Ajab se fue por un lado, y AbdÃas se fue por otro.
En el camino, AbdÃas se encontró con ElÃas y, cuando lo reconoció, se inclinó de cara al suelo y le preguntó:«¿Acaso no eres tú mi señor ElÃas?»
Y ElÃas respondió:«SÃ, yo soy ElÃas. Ve y dile a tu amo que aquà estoy.»
Te juro por el Señor, tu Dios, que mi amo no ha dejado de buscarte por todos los reinos y naciones, pero siempre le dicen que allà no estás. Y Ajab los ha obligado a jurar que en verdad no te han visto.
Y ahora vienes tú y me ordenas que vaya y le diga al rey: “¡Aquà está ElÃas!â€
Y ElÃas le respondió:«Yo no ando perturbando a Israel. Lo perturban tú y la familia de tu padre, al apartarse de los mandamientos del Señor y seguir a las imágenes de Baal.
Pero ordena ahora que todo el pueblo se reúna en el monte Carmelo, junto con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera que Jezabel alimenta.»
Ajab reunió en el monte Carmelo a todos los israelitas y a los profetas.
ElÃas dijo a los profetas de Baal:«Como ustedes son más, escojan uno de los toros y córtenlo en pedazos. Pero no le prendan fuego. Invoquen entonces a sus dioses.»
Los profetas tomaron el toro que se les dio y lo prepararon, y luego invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodÃa. DecÃan: «¡Baal, respóndenos!» Pero aunque saltaban alrededor del altar, el silencio era total.
Ellos gritaban más fuerte, mientras se hacÃan cortaduras en el cuerpo con cuchillos y con puntas de lanzas, hasta que la sangre les bañaba el cuerpo.
Pero pasó el mediodÃa y los profetas seguÃan gritando, como en trance, hasta la hora en que se tenÃa que ofrecer el sacrificio, y no se escuchaba una sola voz; ¡el silencio era total!
tomó doce piedras, una por cada tribu de los hijos de Jacob, a quien el Señor le cambió el nombre y le dijo: «Tu nombre será Israel.»
Con las doce piedras edificó un altar en honor al nombre del Señor, luego hizo una zanja alrededor del altar, en donde cupieran dos medidas de grano,
preparó la leña y destazó el toro, y lo puso sobre la leña;
entonces pidió que llenaran cuatro cántaros con agua, y que la derramaran sobre el toro y sobre la leña, y aún pidió que volvieran a mojar el altar. Esto lo hicieron una y otra vez,
¡y el agua corrÃa alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua!
Cuando llegó el momento de ofrecer el sacrificio, ElÃas se acercó al altar y dijo:«Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, demuestra hoy que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo, y que solamente hago lo que tú me has ordenado hacer.
¡Respóndeme, Señor, respóndeme! ¡Que tu pueblo reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que tú harás que su corazón se vuelva a ti!»
En ese momento cayó fuego de parte del Señor, y consumió el toro que allà se ofrecÃa, y la leña, las piedras, y hasta el polvo, ¡y aun secó el agua que inundaba la zanja!
Cuando todos vieron esto, se arrodillaron y exclamaron:«¡El Señor es Dios, el Señor es Dios!»
Entonces ElÃas ordenó:«¡Capturen a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!»Y el pueblo los capturó, y ElÃas los llevó al arroyo de Cisón y allà les cortó la cabeza.
Luego, ElÃas le dijo a Ajab:«Regresa ya a tu palacio, y come y bebe, que viene una gran tormenta.»
El rey se fue a comer y beber, mientras que ElÃas subió a la cumbre del monte Carmelo. Allà se postró en tierra y hundió la cabeza entre las rodillas.
Luego le dijo a su criado:«Sube más arriba, y mira hacia el mar.»El criado subió, miró el mar y bajó a decir que no se veÃa nada; pero el profeta le ordenó que regresara siete veces más y mirara.
Mientras ElÃas decÃa esto al criado, los cielos se llenaron de nubarrones, y comenzó a soplar un fuerte viento, y se desató una gran tormenta. Ajab partió de allÃ, y se fue a Jezrel,
pero el poder del Señor estuvo con ElÃas, quien se ajustó la ropa y echó a correr, y llegó a Jezrel antes que el carro de Ajab.