Have not I commanded thee? Be strong and of a good courage; be not afraid, neither be thou dismayed: for the LORD thy God is with thee whithersoever thou goest.
Cuando la reina de Sabá oyó hablar de la fama del rey Salomón, que honraba el nombre del Señor, quiso verlo y ponerlo a prueba con preguntas difÃciles.
y Salomón las respondió una a una. No hubo nada para lo cual Salomón no tuviera una respuesta.
Y al ver la reina de Sabá cuán sabio era Salomón, y el templo que habÃa edificado,
y al probar los manjares de su mesa y examinar las habitaciones de sus oficiales, y la calidad de las vestiduras que llevaban los sirvientes responsables de los manjares, y los holocaustos que se ofrecÃan en el templo del Señor, se quedó asombrada.
Yo no lo creÃa; por eso vine a comprobarlo por mà misma. ¡Y lo que me contaron no es ni la mitad de lo que he visto con mis propios ojos! Tu sabidurÃa y tus posesiones son mayores que la fama que te precedÃa.
Dicho esto, la reina de Sabá le obsequió a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos de oro, gran cantidad de especias y piedras preciosas. Nunca antes se habÃa visto tal cantidad de especias como las que la reina de Sabá le obsequió al rey Salomón.
Con la madera de sándalo, Salomón mandó hacer barandillas para el templo del Señor y para el palacio real, y además mandó fabricar arpas y salterios para los cantores. Nunca antes hubo en Israel tal cantidad de madera de sándalo, ni se ha vuelto a ver.
Luego mandó hacer un gran trono de marfil recubierto del oro más refinado.
El trono tenÃa seis escalones; el respaldo era redondo y con brazos laterales, junto a los cuales habÃa dos leones.
En los seis escalones habÃa doce leones, puestos uno frente al otro en cada escalón. En ningún otro reino conocido habÃa un trono tan suntuoso.
Toda la vajilla y todas las copas del palacio del Bosque del LÃbano eran de oro fino. De plata no habÃa nada, porque en los dÃas de Salomón la plata no era apreciada.
Y como el rey Salomón tenÃa una flota de naves de Tarsis junto con la flota de Jirán, una vez cada tres años llegaban las naves de Tarsis cargadas con oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
Las riquezas y la sabidurÃa de Salomón excedÃan a las de todos los reyes de la tierra.
Muchos procuraban ver al rey Salomón para escuchar de sus labios la sabidurÃa que el Señor le habÃa dado,
y cada año le llevaban valiosos presentes: alhajas de oro y de plata, vestiduras finas, armas, especias aromáticas, y caballos y mulos.
Salomón tenÃa tantas riquezas que la plata llegó a ser tan común como las piedras, y la madera de cedro como las higueras silvestres de los llanos.
Los mercaderes de Salomón compraban a Egipto caballos y telas finas.
Los carros que salÃan de Egipto costaban seiscientas monedas de plata, y los caballos, ciento cincuenta; y asà eran vendidos a los reyes hititas y sirios.