A los diez años de que Abrán habÃa habitado en la tierra de Canaán, SaraÃ, la esposa de Abrán, tomó a Agar, su sierva egipcia, y se la dio por mujer a Abrán, su marido.
Entonces Saraà le dijo a Abrán:«¡Que mi afrenta recaiga sobre ti! Yo te di por mujer a mi sierva, y al verse encinta me mira con desprecio. ¡Que juzgue el Señor entre tú y yo!»
Y Abrán le respondió a SaraÃ:«Pues tu sierva está en tus manos. ¡Haz con ella lo que mejor te parezca!»Y como Saraà la humillaba, ella huyó de su presencia.
Pero el ángel del Señor la encontró junto a un manantial en el desierto, que es el manantial que está en el camino a Shur,
y le dijo:«Agar, sierva de SaraÃ, ¿de dónde vienes, y a dónde vas?»Y ella respondió:«Estoy huyendo de SaraÃ, mi señora.»
El ángel del Señor le dijo:«Regresa con tu señora, y ponte en sus manos.»
Además, el ángel del Señor le dijo:«Voy a multiplicar tu descendencia. Llegarán a ser tantos, que no podrán ser contados.»